La emergencia sanitaria generada por la COVID-19, a más de contagiar a 1.290 niñas, niños y adolescente del país y poner a prueba su derecho a la salud, ha interrumpido sus vidas de muchas maneras, sumando a ello, el impacto que el confinamiento ha tenido en el ejercicio de sus derechos, que ha sido enorme.

El limitado acceso a internet, así como la falta de medios telemáticos para poder estudiar en línea ha causado y sigue causando mucha angustia en ellos, especialmente en el sector rural y sectores empobrecidos. A este problema se añade uno aún más grave, la falta de relacionamiento social que ha puesto en riesgo el desarrollo y afianzamiento de sus habilidades sociales y el control de sus emociones. A medida que el virus irrumpe en sus vidas, niñas, niños y adolescentes van experimentando sentimientos de miedo, impotencia y desesperación. Estamos infravalorando lo traumático que esta situación es para todos, en especial para nuestros infantes y la gente joven. Urge incluir como un pilar determinante a la salud mental de la población.

Y si bien la crisis nos ha recordado la importancia del núcleo familia, también lo ha puesto a prueba, por ejemplo, la sobre carga a las mujeres madres de familia y jefas de hogar, quienes no solo deben asumir la carga laboral (aquellas que aún la tienen), sino las tareas domésticas y educativas, entre otras. Esta crisis ha obligado a las familias a adaptar roles, ya que a los cuidados diarios se han debido sumar otros, que deben encontrar balance, pues estos también afecta al desarrollo físico y emocional de los niños, niñas y adolescentes. Son tiempos difíciles para la salud mental y para la convivencia armónica familiar

Reconocemos el gran esfuerzo que han realizado la gran mayoría de familias que habitan el Ecuador  por adaptarse a esta situación atípica, lidiando lo mejor que les he es posible, de forma improvisada y sin un esquema previo a esta crisis sanitaria, económica y social. Lamentablemente este esfuerzo, no ha llegado a todos los menores de edad en  los hogares del país. Hoy  lamentamos la muerte de 11 niñas, niños y adolescentes, la desaparición voluntaria de 87 adolescentes víctimas de violencia y/o adicciones, el abuso sexual de un menor de edad cada dos días y el suicidio de 10 niñas, niños y adolescentes.

El Estado no puede omitir su responsabilidad en la desprotección a estas infancias que hoy han debido hacerle frente a la desesperanza, al dolor, a la incertidumbre,  que han impuesto  mayores adversidades y traumas, donde la desigualdad, la pobreza y el abandono social se han mezclado con la violencia y el desamparo.

La indefensión de estar no “al cuidado de” sino “a merced de” un mundo adulto peligroso del cual niñas, niños y adolescentes dependen, nos obliga como sociedad a  exigir la protección y el cuidado responsable de una generación que está creciendo en tiempos de  extrema vulnerabilidad.

Hoy 1 de junio, Día del Niño y a 77 días del confinamiento, pedimos al Gobierno ecuatoriano y a todas sus autoridades, que en el marco de la garantía de los derechos y el interés superior del niño, concurran por nuestra niñez y adolescencia, sin ellos, en condiciones óptimas, hay trayectorias que simplemente son irrealizables.

Gissela Chalá Reinoso                         Sybel Martínez Reinoso

PRESIDENTA DEL CPD DMQ                    VICEPRESIDENTA DEL CPD