Hoy, 2 de octubre, se conmemora el aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi, líder del movimiento de la Independencia de la India, quien dijo: “la no violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa concebida por el ingenio del hombre”. Estas palabras de Gandhi buscaban un mundo en armonía, en el que la violencia no fuera el primer recurso al que las personas acudieran para lograr sus objetivos.

La no violencia, instaurada como principio, es fundamental para asegurar la paz y el respeto en toda sociedad que desee vivir en condiciones dignas y seguras. Este principio surgió como una manera de promover la no utilización de la violencia física como mecanismo de intervención para lograr un cambio social o político e invita a emplear mecanismos pacíficos para conseguir los objetivos; tales como las protestas, marchas, conmemoraciones y demás intervenciones no violentas.

Sin embargo, no ha pasado un siglo desde la muerte de Gandhi y parece que vivimos en un mundo cada vez más violento, que discrimina e irrespeta a lo que es considerado diferente. La violencia se ha convertido en una dinámica común que es empleada en todos los ámbitos, de tal manera que en ocasiones ya pasa desapercibida. En sociedades como la nuestra, la violencia de género, racial, xenofóbica, homofóbica y criminal están presente en la vida diaria de las personas. Estas violencias se evidencian en todos los espacios, ya sea en medios, en nuestras comunidades, instituciones educativas,  familias y trabajos; y son el reflejo de la falta de empatía, comprensión y respeto hacia las demás personas y seres. Por otra parte, esta respuesta también refleja que aún no somos capaces de generar mecanismos de resolución de conflictos no violentos.

De igual manera es importante reflexionar sobre la violencia como una consecuencia de cuestiones que impiden la convivencia armónica de las personas, ya sean vulneraciones de derechos, discursos de odio generalizados, falta de medios de vida que promueven la desesperación de las personas, la pobreza; entre otras. Ante estas situaciones -que sin duda también afectan el desarrollo de nuestro país- debemos analizar cuáles son las acciones que como sociedad debemos activar y motivar en las nuevas generaciones. Debemos estar conscientes de que la violencia no se puede frenar con más violencia; ni asegura consecuencias favorables permanentes.

Si bien, no debemos dejar de reclamar y exigir nuestros derechos es fundamental generar mecanismos de unión, que cohesionen las pretensiones legítimas de la ciudadanía y los métodos o estrategias más adecuadas para conseguirlas. Fomentar una vida pacífica es deber de todas y todos.