Las sociedades vivimos permanentemente informadas de hechos que generan diferentes reacciones, de acuerdo a diversos factores como: el grado de afectación a nuestras vidas, proximidad a la problemática, empatía con el tema, exposición mediática, entre otros. No obstante, hay situaciones que pasan desapercibidas, aun cuando sus consecuencias sean devastadoras para esta y las próximas generaciones.

Después de 16 días, el mundo vio con asombro imágenes y videos de los incendios en la Amazonía que ya han ocasionado innumerables pérdidas irreparables para el ecosistema. El bosque tropical más grande del mundo, considerado el pulmón del planeta -debido a que ralentiza el ritmo del calentamiento global- se está quemando a un ritmo vertiginoso, en medio de un silencio inexplicable, indignante y cómplice.

Mientras lee esta reflexión, el fuego continúa propagándose en la Amazonía y cada minuto que pasa, es un golpe para todos los seres vivos. No es necesario haber nacido en Brasil, Bolivia o Paraguay o en incluso en esta región, para mostrar nuestra preocupación por las causas y consecuencias de este hecho.

Los incendios forestales que iniciaron en Brasil hace meses, no tienen precedentes, de acuerdo al Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales brasileño (INPE, por sus siglas en portugués), en el transcurso del año 2019 se registra un aumento en los fuegos de alrededor de un 83% (72.800 focos de incendios en la región entre enero y agosto) en comparación con el mismo período de 2018.

De acuerdo al World Wildlife Fund- WWF Colombia, una de las organizaciones de conservación independiente más grandes del mundo, estos incendios ponen en riesgo: a 6.7 millones de Km2 de bosques, al 10% de la biodiversidad mundial, entre el 17 y el 20% del agua del planeta, al 20% de oxígeno del planeta y al hábitat de más de 34 millones de habitantes (incluyendo a aproximadamente 500 pueblos indígenas).[1]

De igual manera es necesario que comprendamos que debido al impacto de estos incendios, el humo y las partículas emitidas (transportadas a la región por el viento), pueden causar enfermedades respiratorias debido a que afectaría la calidad del aire que respiramos. Las emisiones de monóxido de carbono -gas altamente tóxico- pueden, incluso, provocar muertes si se respira en niveles elevados. Nuestro país no se encuentra exento de estas consecuencias.

Los intereses de proyectos extractivitas e industriales, la falta de voluntad política de los Estados para proteger a la naturaleza, la irresponsable deforestación, la ambición por el desarrollo desmedido y el irrespeto por las zonas protegidas, entre otros aspectos; evidencian que el capital está sobre el ser humano y la vida en sí; y que las políticas públicas favorecen al desarrollo económico de algunos, por encima de la conservación de las especies.

Desde el Consejo de Protección de Derechos del Distrito Metropolitano de Quito hacemos un llamado a la reflexión a los diferentes actores del Sistema de Protección Integral –Estado, organizaciones sociales, ciudadanía en general-, a reducir los factores que promueven la contaminación de nuestro planeta, comenzando por los espacios que habitamos, nuestros hogares, los lugares de trabajo, el barrio, la ciudad y el país en el que vivimos.

La muerte de animales y plantas que han sido afectados por los incendios son irreparables, sin embargo; estamos a tiempo de cuidar las formas de vida que nos rodean. Está en nuestras manos fortalecer el desarrollo sostenible de nuestras sociedades, es decir asegurar la satisfacción de las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias[2].

Animamos a todas las personas a cuidar y reducir el consumo del agua, la energía, a reciclar, a evitar el uso innecesario de plásticos, papel y aerosoles, a no ensuciar los espacios públicos, a priorizar la reutilización; así como conocer y apoyar a las instituciones que trabajan a favor del medio ambiente en su ciudad e informarse de las acciones que se pueden realizar para reducir el impacto, de la humanidad, en el calentamiento global.

Es fundamental que comencemos a plantear modelos de desarrollo endógeno que impidan el agotamiento de recursos naturales y contribuyan a que vivamos en armonía y respeto con la naturaleza. En este sentido, el Estado ecuatoriano debe -no sólo- ofrecer su apoyo a la región sino también convertirse en un actor activo de la protección de la naturaleza, que combata y sancione la deforestación y cualquier otro tipo de agresión; y garantice la integridad de las poblaciones que habitan la Amazonía, a través de políticas públicas efectivas para una supervivencia digna.

Que la indiferencia no sesgue más vidas. Que la indiferencia no nos convierta en cómplices de la destrucción de nuestro planeta.

 

[1] http://www.wwf.org.ec/?uNewsID=351910

[2] http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Havana/pdf/Cap3.pdf